¿Por qué los menores de 6 años no deberían jugar con pantallas?

¿Por qué los menores de 6 años no deberían jugar con pantallas?

El uso de la tecnología móvil entre los más pequeños es perjudicial, ya que afecta a su concepción de la vida y a su interacción con los demás.

Vivimos en una sociedad rodeada de tecnología, donde es normal ver a niños paseando en carritos entretenidos con el móvil de sus padres, o a pequeños embobados con la tableta mientras ven las travesuras de una simpática cerdita y sus amigos.

Es tan habitual que nadie se lleva las manos a la cabeza, a pesar de que no es bueno que los pequeños jueguen con estos dispositivos móviles ni pasen tiempo mirando sus pantallas. Hace unos días, Catherine L’Ecuyer, una investigadora especializada en educación infantil, llamaba la atención precisamente sobre este aspecto y apuntaba que estos aparatos mermaban la atención de los menores. Esta experta comentaba que las nuevas tecnologías son sumamente adictivas; como los pequeños no han forjado aún acciones como la cordura o la moderación, no son conscientes de que no deben abusar de algo que les produce fascinación y asombro. Y va más allá todavía: su uso les aleja del mundo real en un momento, la infancia, en el que los menores deben basar una parte importante de su aprendizaje en la interacción con los demás, en la socialización con otros niños y con los adultos.

De la misma opinión es Álvaro Bilbao, un reconocido neuropsicólogo que ha argumentado en alguna ocasión los motivos por los cuales es necesario que retrasemos el uso de las pantallas móviles entre los pequeños. Nos parecen tan acertadas sus razones, tan en consonancia con lo expuesto por Catherine L’Ecuyer, que queremos recogerlas aquí.

El primer lugar, resalta que el empleo de los dispositivos móviles crea en los niños una conducta asociativa basada en el mínimo esfuerzo y en el entretenimiento y la distracción para huir de los problemas. Eso es al menos lo que sucede, como señala este investigador, cuando usamos las tabletas o los móviles para que coman o se queden quietos sin molestar. Indirectamente se le está diciendo al niño que, cuando tenga que hacer algo incómodo, aburrido o que exija una actividad, si no le gusta, puede evadirse con la pantalla en lugar de esforzarse en hacerlo.

La segunda cuestión es igual de destacada y guarda relación con lo que hemos apuntado unas líneas más arriba: durante la infancia los niños tienen que jugar, aprender y pelearse con sus semejantes, interactuar con los demás y socializar. Es lo que se ha hecho toda la vida y es lo que forjará la personalidad del pequeño. Esa experiencia es única y resulta vital para que de mayores sean personas seguras, sanas y emocionalmente estables. Álvaro Bilbao describe que el uso de los dispositivos móviles está impidiendo ese aprendizaje, esa interacción. Los niños no quieren jugar con sus amigos o con sus hermanos, no quieren bajar al parque o salir con las bicicletas. Prefieren entretenerse en casa con la tableta, el ordenador y el móvil. Además del problema que puede crear en las relaciones con los demás, habitúa al menor a prestar atención a estímulos intensos y a la gratificación que supone verlos, lo que hace que su cerebro no sienta curiosidad por otras cosas y pierda la atención en cuanto le falta esos estímulos. Esto está muy vinculado también a lo que apuntaba Catherine L’Ecuyer sobre la capacidad de fascinación y asombro de estos dispositivos, la moderación y el esfuerzo.

Por último, esa satisfacción inmediata, esa ley del mínimo esfuerzo y esa carencia de relaciones y de interacción en el mundo real configuran personalidades con problemas para alcanzar la satisfacción; personas infelices, que no están contentas con nada porque nada les produce esa satisfacción ni gratificación que les provoca la tableta o el móvil; individuos incapaces de relacionarse de manera sana con los demás o de no sentir ningún sentimiento de empatía. En definitiva, sujetos que se aburren fácilmente de todo, que no se esfuerzan y que huyen de los problemas.

De este modo, es importante que tanto los padres como los educadores antepongan, en edades tan tempranas, el aprendizaje real y la interacción con los demás al entretenimiento placentero que pueden proporcionar los dispositivos móviles. Porque durante esos años se forma la personalidad de los niños, y de ello dependerá cómo serán en la edad adulta.

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