Guías o estrategias de acción positiva en las distintas áreas:
- Control y predicción – Límites, normas y rutinas claras consensuadas y que se cumplen.
La sensación de poder controlar y predecir lo que va ocurrir es una fuente de protección frente a la adversidad. Una de las mejores maneras de impedir algún tipo de impacto negativo en los niños y niñas es establecer rutinas claras y un orden previamente acordado por los padres, comunicárselo y cumplirlas. Éstos podrán afrontar mejor cualquier tipo de cambio cuando conocen las consecuencias y saben que va a pasar con él o ella.
Conviene también hablar explícitamente de los límites, en aspectos posibles permitir la toma de decisiones de los niños y pactar normas cotidianas, acordar qué tipos de formas de reparación o premios se utilizarán y algunas pautas de educación que se respeten en cada casa donde vivirán, evitando así a los niños un conflicto de lealtades al no saber que normas han de cumplir y cuáles no. También, establecer una relación con continuidad y regularidad en la que el niño pueda saber a qué atenerse.
- Comunicación asertiva – Cuidar el contenido de la información a comunicarles y cómo lo haremos.
Tanto a la hora de comunicar la decisión del divorcio, como la de cualquier otro aspecto del proceso, es de utilidad: pactar entre los adultos el contenido de la conversación; elaborar un discurso común que, por separado o conjuntamente, se pueda trasladar a los hijos de manera que normalicen con ambos este tipo de conversaciones y no les cohíba preguntar a ninguno las dudas que les surjan. Estar abiertos a hablar, buscando para ello el momento y el lugar adecuado.
Cada edad lleva consigo una serie de procesos que pueden verse afectados de manera diferente. Es importante tener en cuenta en qué punto se encuentra el niño o niña para poder adecuar las palabras y la cantidad de información a sus edades.
Es importante recordar que se trata de informarles de que van a cambiar ciertos aspectos de su vida, no de detallar aspectos personales de la pareja, por lo que los problemas que se han tenido en la relación es algo que compete a los adultos y se perjudicaría enormemente la salud emocional del niño al trasladarle información que no necesita o que no puede elaborar y gestionar.
Como estamos pensando y actuando con niños, con su propia visión infantil de los acontecimientos y sus límites de comprensión, es importante estar preparados para las preguntas que les surjan y para saber adecuar la respuesta a sus edades con la premisa de siempre contestar y de forma clara. Una información que necesiten y no se les ofrezca les llevará a rellenar esos huecos en blanco con sus propias ideas y la imaginación o perspectiva con la que pueden elaborar esta información que les falta puede ser perjudicial o llevar a frustraciones (fantasías de reconciliación, por ejemplo).
- Permitir y fomentar el expresar las emociones.
Una vez pasado el momento inicial es importantepreguntar a los hijos cómo se sienten, qué piensan o si temen algo.
Una emoción frecuente es la culpa. Algunos niños tienden a asumir la responsabilidad de la separación y a creer que fue debido a su mala conducta o algún hecho concreto en el que intervinieron.
Debemos dejarles claro que es algo ajeno a ellos y que no tienen culpa ni responsabilidad ni poder de intervención. Hacerlos comprender que esta nueva situación afecta solo a los adultos como pareja, pero nunca como padre o madre, y que el cariño y apoyo hacia ellos es incondicional. Dejar que expresen su temor a no ser queridos y transmitir tranquilidad y seguridad en el afecto que ambos padres profesan.
La tristeza y las expresiones de angustia también son frecuentes: echar de menos al otro progenitor cuando no está presente es una de las causas principales posibles. Es importante llevar a cabo estrategias para que el niño o niña comprenda que le es fácil recurrir a su madre o padre en todo momento. Aumentar la frecuencia de contactos personales y telefónicos con las figuras parentales. Las separaciones se valoran en función del tiempo que pasa hasta que las personas se vuelvan a encontrar. Si sabemos cuándo nos encontraremos y tenemos estabilidad y seguridad en el vínculo, la angustia terminará por desaparecer.
- Permitir el desarrollo del vínculo con el otro progenitor sin interferencias ni manipulaciones. Poder separar la visión, experiencia y emociones hacia la ex pareja de la vinculación que el niño o niña mantiene con el otro. Confiar y permitir esa relación como base necesaria para el bienestar de los niños.
Muchas veces los padres o madres trasmiten a los niños sus perspectivas y visiones, sus “verdades”, experiencias o conflictos con la ex pareja sin asumir ni permitir la vinculación libre entre ellos. Son premisas básicas no hablar mal del otro progenitor con los hijos, no juzgar ni transmitir nuestra visiones, permitir que la relación con el otro se desarrolle con sus características y centrarse en una relación de calidad con el niño y gestionar nuestro tiempo.
No se puede controlar, ni cambiar, la relación del niño con el otro progenitor. Solo podemos hacer fuerte y saludable la propia, a la vez que proveer de herramientas y acompañar desde el respeto lo que el niño o niña traiga como experiencia ydiga.
Es importante cuidar como adultos de nousar a los niños como “mensajeros”, ni “espías”, ni “terapeutas”; de buscar apoyo emocional en otros adultos si se siente necesario y de no permitir que el niño lleve a cabo las tareas que deben ser del adulto.
Mostrar nuestra alegría cuando va a ver al otro progenitor y fomentar su imagen positiva permitirá que los niños no se sientan desleales, ni culpables por amar y querer estar con ambos.
- Ser modelo de lo que se espera transmitir a los hijos. Actuar con los niños como queremos que actúen.
Sabemos que una de las formas más directas que tenemos para influir en la conducta y actitudes de los otros es a partir del modelado: el aprendizaje que se produce a partir de la observación y la interiorización de las verbalizaciones.
Cuidar lo que decimos y como actuamos, respetar si se espera respeto, comunicar si se espera comunicación, ver y señalar lo positivo del otro si se quiere valoración, ser constructivo en la búsqueda de soluciones y abandonar la queja, disfrutar de los momentos si se desea que el otro los disfrute, reconocer el error como fuente de aprendizaje y aceptarlo en nosotros mismos y en los otros nos permitirá avanzar, experimentar y motivarnos para seguir.
En conclusión, los niños y niñas tienen más probabilidades de prosperar psicológicamente después del divorcio cuando viven en un contexto familiar caracterizado por bajos niveles de conflicto entre los padres, relaciones positivas con ambos progenitores y estabilidad tanto a nivel emocional como económico.
El desafío de salir fortalecidos de la adversidad está presente. Trabajar en ello permitirá con el tiempo aceptar la nueva situación, continuar, potenciar y reformular el proyecto personal de vida; elaborar nuevas historias e incluso percibir sus beneficios.