Las discusiones son parte normal de las relaciones de pareja, pero todo tiene un límite. Para evitar que los problemas se eternicen es importante saber cómo ponerles freno.
Las discusiones de pareja son normales, constituyen un desencuentro que, muchas veces, puede resultar necesario. Eso sí, siempre con moderación. Porque lo importante no es la discusión en sí, sino cómo discutimos, cuánto tiempo discutimos, cuáles son los motivos y cómo inciden esos debates en la pareja.
Todas las discusiones, que no peleas, deben desarrollarse con respeto, prestando atención a los sentimientos del otro, poniéndonos en su lugar y tratando de comprender su punto de vista. Porque, como personas diferentes que somos, es completamente normal tener opiniones distintas sobre asuntos que atañen a nuestra vida personal y a la pareja. Pero ello no exime que esos encuentros deban prolongarse hasta tal punto de poner en riesgo la estabilidad de nuestra relación.
Por eso, es importante saber cómo actuar y qué decir para ponerle freno a una discusión antes de que esta se convierta en un verdadero suplicio y cause angustia, desazón y tristeza en la pareja. Presentamos cuatro ejemplos de expresiones que cortan de golpe cualquier discusión sentimental.
1. Aceptar el conflicto como parte de la vida y renunciar a la idea de que yo tengo toda la razón
Siempre vamos a tener ambivalencias en la forma de percibir las cosas; incluso dentro de nosotros mismos. Por tanto evitar los extremos de miedo al conflicto y evitar resolver problemas sin comunicarlos, callándose o cediendo o bien suponer que las discusiones o los conflictos de forma continuada es normal. Lo idóneo es que se resuelvan de forma saludable.
Cada uno podemos percibir la realidad de forma distinta y por tanto, cada opinión es legítima y válida como la nuestra. En una comunicación o relación ambos tenemos responsabilidad de cómo nos comunicamos y lo que yo diga y cómo lo diga, influirá en la respuesta de la otra parte. Cada uno podemos percibir la realidad de forma distinta y no hay una única forma de percibirla o por tanto, cada opinión es legítima y válida.
2. No buscar culpables y escuchar activamente
Buscar culpables no nos llevará a ningún sitio. Cada uno tendrá un porcentaje de responsabilidad y es adecuado reconocerlo. En una comunicación o relación ambos tenemos responsabilidad de cómo nos comunicamos y lo que yo diga y cómo lo diga, influirá en la respuesta de la otra parte. No juzgar o atacar a la otra persona.
Se ha de escuchar a la otra persona con los cinco sentidos, mostrando verdadera empatía y comprendiendo como se entiende. Es decir, que para ponernos en sus zapatos, hemos de quitarnos los nuestros.
3. Hablar desde el YO y de nuestras necesidades, percepciones, pensamientos y sentimientos
No hemos de hablar desde el tú o desde el juicio (por ejemplo: “yo me siento mal cuando haces eso porque para mí es muy importante…” en vez de “tú tienes la culpa”).
4. Proponer soluciones o alternativas al conflicto
Ser específico, concreto. Con todo ello; contribuiremos a una mejora resolución de los conflictos de forma más saludable y efectiva; desarrollando nuestra inteligencia emocional.
Como hemos dicho, discutir no es malo si seguimos unas pautas de cortesía y respeto. Solo de este modo, podremos convertir las opiniones contrarias y las discusiones que ellas generan en puntos de partida sobre los que construir una unión más sólida y segura, y reforzar, de este modo, nuestra relación.